Ser madre es un viaje largo, con muchas etapas, y que no siempre es tan idílico como vemos en Instagram. Desde hace unos años, los movimientos por una maternidad más realista y honesta buscan su hueco en el relato: uno de ellos es el Club Malasmadres, que nació para romper tabúes y hablar –con humor– de la importancia de tejer redes de cuidado que permitan conciliar y crear nuevas conexiones con otras madres. Laura Baena, su fundadora, cuenta su experiencia en una de las entrevistas de Mejor conectados.
Si ser padre te da, según el refranero popular, el privilegio de comer dos huevos, ¿con qué puedes ponerte las botas cuando eres madre? Con jamón serrano, no –a menos que lo congeles antes–. Tampoco con queso con leche sin pasteurizar, ni con embutido en general. Evidentemente, con sushi tampoco, claro. Y ojo con las verduras que no estén perfectamente lavadas. Al menos, siempre nos quedará el caldo en la nevera al que canta Rigoberta Bandini en Ay, mamá.
La maternidad es una montaña rusa de emociones complejas y de situaciones bonitas, pero también de renuncias y momentos difíciles que poco tienen que ver con esas películas donde todo, siempre, va como la seda. «Siempre digo que era mejor madre antes de ser madre: te visualizas con ese modelo de madre perfecta que va a hacerlo todo bien, que va a hacer tartas de frambuesa a sus hijas y que va a tener paciencia infinita. Pero luego la realidad es bien distinta», explica Laura Baena, fundadora del movimiento Malasmadres, en una de las entrevistas de Mejor conectados, una plataforma de contenidos y pódcast impulsada por Telefónica para poner en valor el poder de las conexiones humanas como motor de cambio.
En 2014, en una noche de esas en que la desesperación, la culpa y la frustración se despiertan cuando los niños se van a dormir, Baena publicó en Twitter que quizá era una mala madre. Entonces, muchas otras salieron a decir que ellas también compartían en silencio ese sentimiento. «Había una necesidad de que alguien dijera la verdad de la maternidad y fui yo. A partir de ahí, nació esa comunidad emocional, esa revolución de decir no estoy sola. Hay muchas más mujeres que se sienten como yo», explica en la entrevista. Así nació el Club de Malasmadres, una comunidad emocional para desmitificar la maternidad con el que Baena consiguió pasar de un sentimiento individual a la conexión con una comunidad de más de un millón de personas en redes que luchan para romper estereotipos con humor y activismo.
Contra la maternidad perfecta
Como en tantos aspectos, la cultura que consumimos ha tenido un enorme peso a la hora de idealizar todo lo que tiene que ver con la maternidad. Las imágenes idílicas de las supermadres que llegan a todo sonrientes y sin agobios llevan consigo una mochila de culpa por parte de quienes no lo hacen.
Un estudio publicado en 2017 ya alertaba de cómo las redes incrementan la sensación de inseguridad de los progenitores, expuestos al estrés de la comparación constante: según la investigación, esa sensación era más fuerte en las madres, que experimentaban reacciones emocionales más o menos intensas en función del número de likes y comentarios de las fotos de sus hijos que subían a Facebook. «Normalmente las fotos que vemos de embarazadas son maravillosas, nos muestran una maternidad que es irreal, se nos vende el embarazo de un modo edulcorado, cursi y alejado de la realidad», explicaba en una entrevista Paula Bonet, autora de Roedores. Cuerpo de una embarazada sin embrión, en el que cuenta su experiencia tras sufrir dos abortos.
Si las redes son lugares de barrigas perfectas, embarazos activos y sin síntomas para algunas, a veces la realidad es mucho menos romántica y está adornada con náuseas, cansancio y ardor de estómago para las menos afortunadas. Eso sí, en todos los casos supone una verdadera revolución a nivel emocional. «La maternidad es como un tsunami que te arrasa y, de repente, te das cuenta de que no llegas a todo y de que esa capa de superwoman que tú planteabas cada noche no vuela. Se te cae el mito de la madre perfecta, se te cae el mito de poder con todo y se te cae el mito de la conciliación, que es un cuento chino», subraya Laura Baena.
Afortunadamente, desde hace unos años, además del movimiento capitaneado por ella, hay muchas voces públicas que reivindican una maternidad más realista y menos adornada. El libro Madr¿eh? de Lyona –en el que cuenta su experiencia con la endometriosis y el duro proceso hasta quedarse embarazada– o Mamma mía! de Agustina Guerrero –con ilustraciones cargadas de humor– dan fe de ello en el mundo de la ilustración editorial, por ejemplo. También lo hace la diseñadora Lucía Benavente, más conocida como Lucía Be, en un libro titulado con la frase de disculpa más repetida por las malasmadres: No me da la vida.
¿Existe la conciliación?
Si durante el embarazo piensas que el proceso es duro per se y el parto es el examen más difícil, cuando pasa te das cuenta de que lo más complicado en realidad viene después. Conciliar la maternidad, el trabajo, la vida social y personal exige malabarismos que a veces son, sencillamente, imposibles. Y ahí llegan las renuncias: el 90% de las reducciones de jornada laboral en España son de mujeres, y seis de cada diez de ellas reconocen haber renunciado a su carrera profesional por ser madres.
Esas cifras demoledoras demuestran que, aunque se han dado pasos como la igualdad en los permisos de maternidad, la conciliación en España aún es un mito. Y esa es una de las piedras angulares del trabajo de Malasmadres y de Laura Baena, cofundadora, además, de la asociación Yo no Renuncio, en la que junto a la socióloga Maite Egoscozábal, busca visibilizar y sensibilizar, a través de varias acciones e iniciativas como el Teléfono Amarillo de la Conciliación la ausencia de medidas en la materia.
«La conciliación no es solo de mujeres y de madres, es también de los hombres que nos tienen que acompañar, con los que tenemos que hacer equipo, a los que hay que implicar. Pero, al mismo tiempo, la conciliación si es solo también de mujeres y madres, porque somos la que la sufrimos», explica Baena, que subraya el sesgo de género al hablar de esta realidad. «Las excedencias tienen nombre de mujer. Cuando un hijo o una hija enferma, nosotras somos las que interrumpimos nuestra jornada laboral. Las que estamos invisibilizadas, las que tenemos que renunciar, la que estamos cargando con el cuidado de los hijos, las tareas domésticas y familiares y con toda la carga mental somos nosotras, pero no podemos hacerlo solas», reivindica. Y añade: «Hay malos padres en el Club de Malasmadres, porque es un concepto que puede trascender el género».
Para ella, además de ir más allá del género, al hablar de conciliación no solo hablamos de la maternidad o la paternidad, sino de la división que hacemos entre el trabajo y lo demás. Para ello, propone un ejercicio sencillo, que en el Club bautizan como «la rueda de la vida»: dibujar un círculo y dividir, como si fueran las porciones de un quesito, el tiempo que dedicas a lo largo del día a tu trabajo, a la familia, al deporte, al cuidado o a los amigos. «Yo aconsejo que todas lo hagamos, porque realmente te hace priorizar lo que quieres en tu vida y buscar ese equilibrio del que hablamos», explica en la entrevista de Mejor conectados.
La importancia de cuidar (y cuidarse)
En esa búsqueda del equilibrio, el epicentro de la cuestión se llama, además de tiempo, cuidado. Y no solo del bebé, sino del cuerpo y la mente. Según un estudio realizado por los especialistas del Hospital Universitario Vall d’Hebron, un 38% de las embarazadas manifestó síntomas de depresión y un 59% de ansiedad durante la pandemia. Estadísticas anteriores cifraban que, en España, alrededor del 20% de las mujeres sufren algún trastorno psiquiátrico durante el embarazo o el posparto, y a una de cada diez se le diagnostica depresión posparto.
«El sentimiento de culpabilidad es muy frecuente en la depresión posparto, debido a que la maternidad se tiene muy idealizada. Las expectativas sociales y culturales que se tienen de este periodo se centran en que la mujer debe estar feliz y, si no se siente así, se verá culpable por no sentirse como debería o como está establecido que debe sentirse», cuenta la psicóloga María Ángeles Martínez en una entrevista para el diario ABC.
Aunque esos trastornos han permanecido invisibilizados durante mucho tiempo debido a la frustración y el desconcierto que llevan aparejados, en los últimos años se han puesto en el centro del debate al hablar de maternidad. De Gwyneth Paltrow a Sara Sálamo, pasando por Adele o Drew Barrymore, numerosas mujeres han hablado abiertamente de ello para intentar romper el tabú, e iniciativas como la de Malasmadres trabajan también por la visibilización del autocuidado durante la crianza. «Cuando te dan el bebé, te dan una mochila que se llama culpa y tienes que vivir con ella. Yo se lo digo a las malasmadres: hazlo con culpa, pero hazlo. Cuídate con culpa, pero cuídate», cuenta Baena, que confiesa en la entrevista que se sentía «mala profesional, mala creativa, mala madre, mala hija, mala amiga».
Para que la mochila sea más liviana, es fundamental la existencia de una tribu, formada por otras madres con las que compartir experiencias, pero también con otros miembros del resto de la comunidad que sirvan de apoyo no solo para el cuidado del bebé, sino para que se encarguen del resto de tareas, para que la nueva madre pueda adaptarse a su nueva realidad, se cuide y disfrute de todo el proceso. «Nadie te cuenta que, cuando te conviertes en madre, también surge la oportunidad de conectar con otras mujeres y madres que van a echarte un cable, que empatizan contigo, que te cubren las espaldas, que entienden a la primera tus quejas o tus frustraciones, que te escuchan y que comienzan, contigo, a compartir la crianza», explicaba en una entrevista Victoria Gabaldón, fundadora de MaMagazine, una publicación que busca precisamente reivindicar una maternidad «honesta y brutal», ejercida en comunidad para desmontar los mitos y la culpa y contar todo lo que no se había contado –lo bueno y lo no tan bueno– de la realidad de las madres. Y, para ella, el descubrimiento de esa tribu es una de las mejores partes que no siempre se ven.
Redes para una maternidad conectada
En la era digital, esa tribu que acompaña, sobre todo a nivel emocional, también puede estar tras la pantalla. Malasmadres es el ejemplo de ello: una comunidad que nació de un tuit permitió crear una red de cuidados para acompañarse en el viaje de la maternidad. «Lo bueno de estar conectados es que tenemos mucha información, que hay muchos expertos y expertas que son amigos maravillosos, que dan una formación estupenda a través de las redes sociales, y eso ayuda mucho. Te hace sentir acompañada y te hace sentir que las decisiones que tienes que tomar en el día a día son más fáciles», insiste Baena.
Ser una malamadre requiere de dos ingredientes fundamentales: honestidad para ser ella misma con libertad y sentido del humor. «Tenemos que reírnos de nuestros hasta de esta falta de conciliación, reírnos de cuando llega un puente y estamos deseando que llegue el lunes para descansar del fin de semana, reírnos porque estamos deseando huir. Y huir es de malas madres», añade.
Para disfrutar de una maternidad consciente, el secreto está en conectar con el bebé, con una misma, con los demás. «Sacar espacios de tiempo para estar con la familia, para conectar con ella y para vivir la vida en las pequeñas cosas, que es donde al final está la felicidad. Eso es lo que nos conecta de verdad con la maternidad, y cuando conectamos somos capaces de hacer cosas increíbles», concluye Laura Baena.