lofi girl

Lofi Girl o cómo utilizar el sonido para acabar con el ruido (mental)

Música de baja frecuencia para escribir, ruido blanco para coger el sueño, ruido rosa para sentirnos más presentes, la playlist de Lofi Girl para trabajar… Aunque los expertos advierten que el silencio es fundamental para el bienestar de nuestro cerebro, a medida que el ruido se ha asentado en nuestra vida, se ha expandido a la vez un fenómeno que invita a recurrir a sonidos muy concretos para encontrar la calma.


Cae la noche, y en la ciudad dormida, una chica estudia. Sentada en su escritorio, escribe pacientemente una página tras otra mientras su gato dormita en la ventana. Parece que no hay vida más allá. De repente, una luz azul comienza a parpadear, diminuta, en un edificio. El plano cambia: ni la estudiante ni su gato siguen en la habitación. La cámara ha pasado a la de un joven gamer y su perro quienes, como la chica y su mascota, se sientan en el escritorio. La música sigue sonando.

Así fue como hace unas semanas Lofi Girl, un canal de música low fidelity que emite 24 horas en directo desde Youtube y utiliza la animación recurrente de esta joven estudiante, anunció la llegada de un nuevo personaje: Lofi Boy, otra versión que emite el mismo género musical, pero más cercano a la electrónica. La campaña no tardó en hacerse viral.

Alrededor de la chica Lofi se ha construido toda una comunidad que no para de crecer. Actualmente, el canal cuenta con 12,4 millones de suscriptores y su emisión en directo rara vez baja de los 50.000 usuarios que se conectan en directo para ponerse su música de fondo. Cientos de miles de personas recurren a ella –cuya imagen está inspirada en una escena de Susurros del corazón, de Studio Ghibli– para romper la monotonía y ayudarles a concentrarse durante el trabajo, el estudio o las tareas del hogar. A veces, también interactúan en el chat en directo con otros que buscan la compañía de esta melodía, tejiendo lazos con quien está al otro lado de la pantalla.

De hecho, el efecto de comunidad es muy importante porque, quien llega a Lofi Girl, se queda con ella: en las redes sociales, muchos aseguran que gracias a esta emisora han podido repasar sus apuntes de forma más amena y trabajar más felices.

Detrás de este canal de música hay una discográfica francesa, Lofi Records, que utiliza desde 2015 sus propias producciones y compra contenido a otros compositores para responder a una de las mayores demandas de la actualidad: el uso de ruido de fondo para concentrarse o relajarse. Tan solo este canal está valorado en 4,6 millones de dólares, según datos de la calculadora Statsmash, mientras que otros canales similares, como Abao in Tokyo –que cuenta con un millón de suscriptores en YouTube– supera los 500.000 dólares.

Los ruidos de colores o la reinvención de la música de fondo

El boom de Lofi Girl y el movimiento que la rodea –en su perfil de Spotify, tienen listas ambientales de diferentes géneros y más de siete millones de suscriptores en la orientada al estudio– es la punta del iceberg de una tendencia mucho más amplia experimentada en los últimos años: reproducir en bucle distintos colores de sonidos ambientales como acompañamiento a distintas actividades.

Las tonalidades son muchas. Uno de los más populares es el ruido blanco, entre los que se encuentra el clásico sonido de una tele analógica, por ejemplo, evoca a muchos al descanso y la relajación porque mantiene una frecuencia constante, inalterable y plana. El ruido rosa, por otro lado, abarca una amplia gama de sonidos naturales, como el crujido de las hojas, la lluvia o las olas, ruidos más profundos que, al reducir el impacto de sonidos inesperados, favorecen tanto la concentración como el sueño.

Dentro de este arcoíris musical, al ruido marrón –compuesto por tonos graves de baja frecuencia, como el sonido de los truenos o cascadas–, también le acompañan el ruido gris, el azul, el naranja y el negro, cada uno con sus propias (y únicas) características a las que se les ha asignado ciertos beneficios. Lo mismo ocurre con el ASMR, un fenómeno en el que los sonidos suaves, como los susurros, los ruidos con la boca y otros, provocan un efecto de relajación similar al que produce la meditación guiada. Todos comparten una misión: distraernos de pensamientos preocupantes.

No obstante, toda esta amalgama de sonidos viven entre la evidencia científica y la percepción personal, porque no todo el mundo es capaz de trabajar con Lofi Girl de fondo, ni de dormir con el sonido de la lluvia artificial en sus auriculares. Sin embargo, el creciente número de oyentes deja patente que muchas personas se sienten más cómodas cuando un sonido constante y armonioso les rescata del peso de un silencio agobiante.

¿Nos hemos acostumbrado al ruido?

El ruido es un problema importante a nivel europeo. Como apunta la European Environment Agency, al menos el 20% de la población vive en zonas donde el ruido del tráfico es especialmente dañino y, más específicamente, 113 millones de personas se ven afectadas por una exposición continua a sonidos que superan los 55 decibelios, tendencia que no ha visto reducciones desde 2012. A eso hay que añadir los llamados ruidos de nueva generación, como el sonido de las conversaciones de Whatsapp, los avisos de correo electrónico o las notificaciones de las redes sociales.

«Vivimos rodeados de sonido, lo que nos dificulta practicar el silencio. Pero este no tiene que ver tanto con la ausencia de sonido como con la capacidad de prestarnos atención a nosotros mismos», advertía recientemente la psicóloga Lecina Fernández en El País. «No obstante, la fisiología del oído es diferente en cada persona, haciendo que percibamos el sonido de una forma más o menos intensa. Si ese sonido nos impide trabajar o dormir, lo consideramos ruido; pero si nos ayuda a concentrarnos o relajarnos, no lo llamamos así», añadía. Además, el oído se agudiza por la noche, porque la falta de ruido nos hace estar más pendientes de cualquier posible sobresalto y, por tanto, mantenernos más susceptibles. En resumen, odiamos el ruido al que cada vez estamos más expuestos, pero estar en completo silencio puede robarnos nuestra capacidad de concentración porque no estamos acostumbrados a él.

Los beneficios (o no) del ruido son una cuestión que la ciencia lleva tiempo intentando responder. Ya en 2012, varios científicos de la Universidad de British Columbia se preguntaron hasta qué punto ciertos ruidos ambientales eran beneficiosos para la creatividad y decidieron descubrirlo a través de diversos experimentos con estudiantes, quienes llevaron a cabo diversas tareas que exigían creatividad y concentración mientras escuchaban sonidos de restaurantes a distintos decibelios.

«Un nivel moderado de ruido ambiente conduce a la cognición abstracta y la creatividad, mientras que un nivel alto reduce la capacidad de procesamiento de información», concluye el análisis. Hay investigadores, sin embargo, que sitúan el uso de sonidos para concentrarse en el otro lado de la balanza: varios estudios defienden que algunos ruidos a altos niveles, como el rosa, reducen la creatividad en una tarea artística o de escritura, aunque sí hace más fructífera la incubación de nuevas ideas. 

¿Cuál es entonces la respuesta? Si bien es muy posible que poco a poco nos hayamos desacostumbrado a trabajar en silencio, algunos cerebros necesitan más estímulos auditivos que otros por distintos motivos, como demostró recientemente la investigadora Teresa Lesuik en su Efectos de la música sobre el rendimiento en el trabajo: algunas personas consiguen concentrarse mejor al escuchar música, porque su cerebro produce más dopamina en ese momento, lo que ayuda a eliminar el estrés y asociar el trabajo con algo positivo. Esto es, como sostiene Lesuik, especialmente frecuente en las personas más jóvenes.

Sea como sea, el auge de la pasión por el ruido de fondo está multiplicando las posibilidades de disfrutarlo. El ejemplo más llamativo es Coffitivity, una app que reproduce los sonidos típicos de una cafetería –personas murmurando, tazas, cucharas– y que nos transporta sin la necesidad de movernos de nuestro escritorio. Sin necesidad de aplicaciones, basta con un breve viaje virtual por Youtube para encontrar todo tipo de listas de reproducción que imitan bibliotecas abarrotadas o reproducen los sonidos de la primavera en el jardín trasero de un cottage.

Algunos van mucho más allá y generan contextos muy específicos (o povs) para todo tipo de necesidades. ¿Necesitas sentirte como si estuvieras en una novela de fantasía? Tienes tu playlist. ¿Prefieres rellenar una hoja de Excel mientras vives un romance en el norte de Italia en verano de 1983? También puedes hacerlo. ¿Qué ruido necesitas hoy?

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