Cuando en el colegio plantábamos semillas de lentejas en los envases de yogur, siempre había alguien que nos animaba a que le cantáramos canciones porque decía que así crecerían más rápido. El origen de esta leyenda urbana se remonta a los años setenta y mezcla un libro pseudocientífico, una floristería y un disco de música electrónica de Mort Garson.
¿Te imaginas cómo sonaría el poto de la esquina de tu casa, o los geranios de la ventana de tu vecina? Una pregunta que quizá no te hayas hecho, pero en la que está el origen de esa creencia tantas veces repetida de que las plantas crecen más si les pones música. Porque quien sí se la hizo fue el compositor Mort Garson y, en búsqueda de esa respuesta, logró descifrar el maravilloso lenguaje musical de la vegetación que nos acompaña.
Es el año 1970. En la conocida Melrose Avenue, en Los Ángeles, aparece una tienda regentada por una pareja que acababa de abandonar la industria del cine. Además de guionizar comedias para Warner Bros y series de televisión como la emblemática Embrujada, Joel Rapp era un apasionado de la jardinería, un tema sobre el que llegó a escribir una decena de libros. El cambio de vida de Joel y su esposa Lynn podría ser hoy el de cualquier nómada digital, pero fue un hito para la electrónica que, de paso, también arrancó el género de la música para plantas.
California, en los años setenta, era el epicentro del mundo hippie, en el que tomaron fuerza las prácticas espirituales alternativas, el yoga o la preocupación por el medio ambiente. En ese contexto, en 1973, la fiebre verde alcanzó un nuevo hito con la publicación de La vida secreta de las plantas, un libro firmado por dos extrabajadores de la CIA, Peter Tompkins y Christopher Bird –en español, incluido en el catálogo de Capitán Swing– en el que se realizaban exploraban místicamente la relación entre las plantas y los seres humanos. Sus teorías, que evidentemente no fueron respaldadas por la comunidad científica, se difundieron con gran éxito, y llegaron hasta el compositor canadiense Mort Garson.
Antes de eso, Garson había estudiado en Juilliard, el prestigioso conservatorio de artes de Nueva York. Tras luchar en la II Guerra Mundial, regresó a Estados Unidos para dedicarse a su verdadera pasión: el piano. A finales de los años sesenta, conoció a Robert Moog, pionero de los sintetizadores –que aún hoy siguen empleándose– y comenzó a experimentar con ellos. No eran, desde luego, aparatos cómodos y portátiles como los actuales, sino enormes armatostes cubiertos de botones, ruedecillas e infinitas marañas de cables. Garson, un apasionado de las plantas, empleó este invento para dar forma a cálidas melodías que nos transportan a la naturaleza, con sonidos que entremezclan lo familiar y lo salvaje. Aunque quizá no te suene su nombre, podemos decir que Mort Garson ha movido desde la sombra todos los hilos –fue quien puso, por ejemplo, música a la llegada a la Luna en 1969–… y, por supuesto, los tallos.
Mother Earth’s Plantasia: un disco para plantas y las personas que las aman
Allá por 1976, el músico publicó Mother Earth’s Plantasia: music for plants and the people who love them, un emblemático álbum de música electrónica compuesto por diez canciones, cada una de ellas dedicada a un tipo de planta distinto. Hasta los títulos de las canciones hablan de ellas bajo nombres tan sugerentes como You don’t have to walk a begonia o Symphony for a spider plant conforman el universo del álbum. Los potos, helechos y violetas africanas tienen su pequeña mención también en unas melodías en las que Garson incide, a través de su sintetizador en la capacidad de las plantas para sentir. Una hipótesis nunca confirmada por la comunidad científica, pero que ha perdurado entre los herederos de la cultura hippy y sus derivados.
Te preguntarás por qué empezamos esta historia con la tienda de plantas que había abierto un guionista en Melrose Avenue y qué tiene que ver con Mort Garson. Pues bien, el icónico Plantasia fue distribuido de una manera un tanto extraña: lo regalaban en la tienda cuando comprabas una planta de interior, con la promesa de que funcionaba como un fertilizante sonoro. Lynn y Joel Rapp, los propietarios de la tienda, escribieron en el libreto: «Cada tono está científicamente diseñado para afectar los estomas, o células respiratorias de tus plantas, abriéndolas ligeramente más y permitiéndoles respirar un poco más libremente y, por lo tanto, crecer un poco mejor».
Esta forma peculiar de salida al mercado hizo que no cobrara gran popularidad en su momento, dado que estaba escondido de los cauces de la gran industria. Sin embargo, tiempo después, es reconocido como un disco de culto y Garson un pionero de la música electrónica. Las melodías brillantes de sus canciones transportan al oyente a un mundo de fantasía: el disco suena a tonos de verde, a una vida envuelta en paseos por el campo, a tranquilidad y romance cuando llega la primavera. Si eres amante de las plantas y aprovechas cada esquinita luminosa de tu casa para hacer crecer una, este disco es para ti (y para ellas). Para que, escuchándolo, los dos podáis crecer al mismo ritmo.