Ya sea en su casa o en la calle, cada español consume una media de 3,23 litros de helado. Se trata de un sector al alza donde la innovación, la ampliación de sabores y una estacionalidad decreciente deja, como mínimo, algo claro: somos incapaces de vivir sin él.
Cuando uno se imagina una estampa veraniega, desde la tarde de playa a la larga sobremesa o el sencillo paisaje de calor fatigante, es prácticamente imposible no pensar en él: el helado es una de las máximas de la dieta española cuando la época estival se nos echa encima. Son datos: cada ciudadano en España consume anualmente más de tres litros, según los últimos estudios registrados por el Ministerio de Consumo. De ellos, casi un litro entero lo comemos fuera de casa, esto es, de paseo, como manda la tradición veraniega.
En cuanto a los sabores y tipos, eso sí, es difícil ponerse de acuerdo. Gustos –en sentido literal– hay miles y están también sujetos a las modas, más teniendo en cuenta que hablamos de un manjar que, según los historiadores, data de hace más de 3.000 años. Su origen, provendría de lo que hoy conocemos como China y sería Marco Polo quien, después de 20 años viajando por Oriente, lo introdujo en Italia a finales del siglo XIII. Aunque el relato tiene sus lagunas.
Lo que podemos llamar helado, tal y como lo entendemos en nuestros días, tiene raíz italiana. El famoso gelato, que no es lo mismo que el helado como tal. Porque tampoco es lo mismo un polo que un helado, ni tampoco que un gelato. No es lo mismo fruta congelada con agua que la mezcla de sabores con más o menos crema, más o menos aire o azúcar. Por diversas razones cultural-gastronómicas, hasta hace no mucho el helado que comías tenía que ver, básicamente, con el lugar donde lo hicieras, pero hoy podemos elegir en nuestra ciudad o en el mismo supermercado casi cualquiera de sus tipos.
El chocolate, un clásico que nunca muere
Es complejo determinar cuál es, en esencia, el sabor favorito de los amantes del helado, ni en nuestro país ni fuera de él. Apenas hay datos más allá de los estudios las propias marcas. De hecho, Frigo realizó hace ya algunos su último Estudio de Hábitos de Consumo de Helados de los Españoles, donde, al menos, se dejaban claras dos cosas: el cucurucho reina en la cultura española y los sabores, en general, tienden hacia el clásico.
Casi un 38% señalaba el cucurucho de galleta como su preferido, mientras que un 31% apuntaba a la tarrina como medalla de plata en cuanto a la forma en que las bolas se transportan de un lado a otro durante el paseo. En lo que se refiere a los sabores, el chocolate se llevaba, con muchísima diferencia, el primer puesto. Con un 37,9%, era el preferido de los españoles, a gran distancia de la vainilla (15,6%), la nata (10,1%), el limón (9,9%) o la fresa (7%).
El estudio, sin embargo, pertenece a la década pasada y, sobre todo con los años de pandemia de por medio. Porque la covid también incidió en eso: el consumo de helados creció más de un 4%.
En un estudio más reciente de la app Yump, la plataforma de take away cifraba en el año 2020 casi un 60% de preferencia del cucurucho, cada vez más variado en su forma, frente a la tarrina. En cuanto a los sabores, mientras que el chocolate seguía conservando ese vigoroso primer puesto, en el top cinco de compras aparecían otros como el helado de limón, el mango, el chocolate blanco o el otro clásico por excelencia, el de vainilla.
En todo caso, Yump incluía ya otras formas de tomar helado cada vez más demandadas como el ice cream waffle, mientras que en los últimos años el batido helado, por ejemplo, también ha ido ganando terreno entre las tendencias. Sea como sea, lo cierto es que el sabor de helado preferido de cada uno de nosotros se ha convertido en una cuestión casi identitaria. Hasta existe hasta un hilo de Twitter que recurrentemente aparece cada año respondiendo a la pregunta de «Qué helado eres según tu helado favorito» donde una heladera analizaba quiénes somos ya seamos del clásico sabor turrón a la aberración contemporánea del sabor pitufo.
El helado, un debate sobre nuestros hábitos
Que existan tantos tipos de helados y, a su vez, tanta variedad en la demanda, obedece no solo a un cambio en los gustos, sino también en una consciencia en nuestros hábitos de consumo. La aparición de los helados veganos es un claro ejemplo. Según el estudio de referencia del movimiento vegano en España, The Green Revolution, hasta 4,5 millones de españoles mayores de 18 años se identifican como veggies en nuestro país, lo que tiene un reflejo evidente en el mercado de los helados. Según este mismo estudio, en los últimos años en España, se señalaba que el número de negocios vegetarianos o veganos se había duplicado.
Prueba de ello es que las grandes marcas son, de hecho, conscientes, valga la redundancia. Gigantes del sector –de Mercadona a Royne– señalan desde hace ya tiempo que se trata de una tendencia al alza y que la demanda de helados veganos alcanza a más del 60 % de los españoles veganos.
Más allá de si la leche de vaca está presente en la receta, la artesanía se impone y tanto los helados ecológicos como la focalización en su aporte nutritivo están a la orden del día. Ese prisma consciente llega hasta la estacionalidad del propio producto, que por supuesto se consume más en zonas cálidas, pero que ante el contexto de crisis climática, acaba por adelantar la llegada del cucurucho a nuestras manos.
Sea como sea, aunque cada vez sea más continua la temporada para ello, el helado volverá a ser protagonista de nuestro verano y nuestro paisaje antropológico, más allá de los gustos y de los sabores, de las identidades o el recipiente que utilicemos para ello. Siempre con mesura, podremos derretirnos juntos durante el paseo.