Nacho Dean

«El mar es la Capilla Sixtina de la vida»

Al mar vamos a descansar, a conectar de nuevo. A siempre volver. El naturalista y explorador Nacho Dean (Málaga, 1980), que ha dado la vuelta al mundo caminando y unido los cinco continentes a nado, lo sabe mejor que nadie. Con su expedición La España Azul hace un llamamiento de acción global para proteger los océanos a través de iniciativas científicas, pedagogía y divulgación para concienciar sobre la contaminación por plástico que intoxica las aguas –y a nosotros–.  


Con La España Azul habéis recorrido toda la costa española. ¿Qué aprendizajes te llevas en la mochila?

Partimos en septiembre de 2022 y hemos surcado los tramos cantábrico, atlántico y mediterráneo del litoral peninsular. Una de las prioridades que nos llevó a embarcarnos en esta aventura es la ciencia: queremos elaborar el primer mapa sobre contaminación por plásticos y microplásticos en las costas españolas. Todas las muestras que hemos recogido son analizadas en los laboratorios de la Universidad de Cádiz, y el 100% contienen microplásticos. Toda la información que hemos recogido con la expedición es muy valiosa e interesante para identificar el problema de la contaminación de mares y playas y cambiar las cosas.

Un dato demoledor.

Este proyecto es un cambio total en la percepción del mar. Siempre ha sido para nosotros un lugar en el que bañarnos, pero además es un gran plasma de vida. Gracias a la gente que nos hemos encontrado a lo largo de la expedición (científicos, estudiantes, aficionados al remo…) te das cuenta de la cantidad de personas cuya vida está orientada al mar, y con ello nuestra actividad económica, nuestra gastronomía, hospedería, pesca, y nuestra propia salud.  El mar es la Capilla Sixtina de la vida.

¿Lo vivido en los últimos años nos ha ayudado a poner en valor el papel de la ciencia y la investigación? ¿Escuchamos más a los científicos y le damos protagonismo en esa búsqueda del impacto positivo?

Puede que sí. En el momento en el que atravesamos la pandemia reflexionamos sobre lo ligada que está la salud del medio ambiente con la salud de la humanidad. Empezamos a valorar de nuevo los espacios abiertos, los pueblos, la naturaleza… Pero creo que la información funciona por tendencias. Somos muy cortoplacistas y hemos querido recuperar el tiempo perdido, consumir lo que no habíamos consumido, viajar lo que no habíamos viajado. Hace falta compromiso y las cosas van más lentas de lo que haría falta. Es necesaria la acción global e involucrar, además de a la ciudadanía, a las empresas y a las autoridades, que son quienes más impacto pueden tener en el entorno. Aunque sí siento que se van dando pasos a favor de la sostenibilidad, y la certificación B Corp es prueba de ello.

«Durante la pandemia reflexionamos sobre lo ligada que está la salud del medio ambiente con la salud de la humanidad, pero somos muy cortoplacistas».

En vuestra misión de explorar, aprender y proteger, la última es clave. El mar ha sido el corazón de civilizaciones enteras, ha condicionado la vida en la historia de la humanidad. En una crisis climática y de biodiversidad como la que enfrentamos, ¿somos conscientes de la interdependencia entre el mar y la tierra?

Realmente el mar es el gran desconocido: conocemos más de la cara oculta de la Luna que de las profundidades del océano. Protegerlo es crucial. Muchas veces pensamos que el mar no tiene fondo: millones de toneladas de plástico se echan al mar cada año y capturamos peces como si los recursos fueran infinitos. Hay poco conocimiento del mar y un pilar fundamental para protegerlo es la divulgación, hacer pedagogía, enseñar lo importante que es, incorporar el cuidado del medioambiente en las empresas y autoridades para elevar el compromiso de cuidado del mar a un primer nivel. Queremos que las acciones de nuestra expedición se traduzcan en leyes.

Una de las metas para 2030 es la conservación del 30% de la tierra y el mar, y la restauración del 30% de los ecosistemas degradados.

Lo que se está tratando de hacer con la COP15 y demás iniciativas es usar la legislación como herramienta de protección. Existen numerosas amenazas para el océano, como la pérdida de la biodiversidad o el aumento de las temperaturas. En La España Azul nos hemos centrado en la amenaza de la contaminación por plásticos, un problema visible, emocional, y fácil de comprender porque todos utilizamos plásticos en el día a día. Pero, aunque los consumidores tengamos que estar concienciados, es necesario que las empresas y las autoridades actúen. Las decisiones tienen que venir desde arriba, de organismos supranacionales.

¿Qué necesitamos para llevar a buen puerto este nuevo impulso a la agenda de la naturaleza?

Tenemos que actuar todos a una, todos los sectores. Todas esas leyes sobre las pajitas, los bastoncillos para los oídos, los cubiertos de plástico… Son pequeños pasos que pueden tener un efecto contagio hacia un modelo de empresa más sostenible o hacia una sociedad que demande un impacto positivo por parte de las corporaciones. Junto a la divulgación y la legislación debe haber otros dos pilares: la innovación –para que las empresas transformen su manera de producir– y la financiación. Necesitamos que los bancos y fondos de inversión apuesten por startups o proyectos que sean sostenibles. No está reñido ganar dinero con la sostenibilidad, porque el capital tiene que ponerse en proyectos respetuosos con el medio ambiente también. Hay que tener una visión a largo plazo.

Durante estos años, aunque la aventura te ha llamado, también has dado decenas de conferencias, apostando por la divulgación en entornos escolares, empresariales… ¿Crees que ha aumentado el grado de preocupación y entendimiento de estos temas?

Este tema es muy lento de cambiar. Hay mucha cautela, y se debería apostar de una manera más valiente. Como sociedad llevamos un modo de vida que requiere muchos recursos: no queremos pasar mucho frío en invierno, ni mucho calor en verano; nos gusta viajar a lugares remotos en avión y comer cualquier alimento del planeta en cualquier época del año. Nuestros conceptos de desarrollo, progreso y poder están estrechamente sujetos a este desenfrenado consumo de recursos. Estamos sometidos a un bombardeo tan grande de publicidad que es difícil ser íntegro.

«Conocemos más de la cara oculta de la Luna que de las profundidades del océano»

¿Pero estamos más concienciados (y dispuestos a actuar)?

Ahora en las RRSS hay muchas voces hablando de medioambiente, pero ¿qué veracidad tienen? ¿Están respaldadas por la ciencia? ¿Son datos o son ideologías? Hay que tener cuidado porque puede ser contraproducente: que haya tanta información –además, a menudo contradictoria– puede aturdir a la sociedad.  Por eso hay que tener cuidado con las fuentes, contrastarlas y dedicarle tiempo, interés. Tenemos que escuchar a los científicos.

Salvo la Antártida, has visitado todos los continentes y conocido a gente del planeta entero… ¿Cuál ha sido tu vivencia más especial?

A menudo viajamos con etnocentrismo, pensándonos que nuestra cultura europea es superior. Yo he convivido con indígenas, aborígenes, shipibos… Esas culturas son las que están en la primera línea de defensa del planeta, además de ser las más castigadas. Están desapareciendo sus tradiciones, sus idiomas, sus cánticos. Cuando di la vuelta al mundo caminando estuve tres años en la naturaleza y pude ver la cara y la cruz de una misma moneda. Estamos enfocados en la carrera espacial, pero si descubriéramos un planeta como el nuestro nos caeríamos de bruces: vivimos en un hermoso lugar que merece la pena cuidar. Descubrirlo como lo hace un niño es nuestro mayor tesoro.

En tu vuelta al mundo a pie llevaste a la máxima expresión algo que hacemos todas las personas: caminar. ¿Cómo puede ayudarnos a encontrarnos a nosotros mismos y a conocer mejor el mundo que nos rodea?

Decía Miguel de la Quadra-Salcedo que la mayor expedición es la que haces en tu interior. Es un camino de autodescubrimiento, de crecimiento y de desarrollo personal que genera mucha gratitud en uno mismo: te sientes una persona muy agradecida por lo que has vivido, por lo que tenemos… algo que no apreciamos debidamente porque vivimos en un estado constante de insatisfacción en el que siempre queremos más. El camino te ayuda a ser consciente de lo valioso que es el tiempo, del milagro de estar vivo. Te regala una humildad enorme.

Hemos hablado de la parte bonita de explorar, pero… ¿Cuál es la más dura? ¿Cómo se concilia cuando estás tanto tiempo alejado de tu familia?

Es complicado, pero esta expedición en concreto en las costas españolas he podido ver a mi familia. Yo tengo dos hijas y son lo que más quiero en la vida. A veces me preguntan si, ahora, no voy a dejar el camino que he tomado. Es al revés: como apasionado de la aventura, ¿cuál es mayor que tener hijos? Además, como creyente en el cuidado del medio ambiente, tener hijas es una razón de peso y una responsabilidad para dejarles un mundo mejor. Se ha reafirmado aún más mi propósito y mi visión.

«Si conociéramos bien un planeta como el nuestro nos caeríamos de bruces: descubrirlo como lo hace un niño es nuestro mayor tesoro»

En esta última expedición te ha acompañado como embajadora Olivia Mandle, jovencísima activista climática. ¿Cómo ves a las próximas generaciones en su implicación con el planeta?

Siempre hay esperanza. Si no, sería una tragedia.

¿Cómo te imaginas el mundo que viene? ¿Cuáles son tus planes y deseos a futuro?

En un futuro cercano, esperemos que en 2024 o 2025, probablemente me embarque en una vuelta al mundo en un barco escuela. Invitando a estudiantes, científicos… Es un proyecto que está en mi hoja de ruta, pero la vida da muchas vueltas y nunca se sabe. Eso sí, tengo una visión que es por la que trabajo y hacia la que camino: una humanidad de personas libres, sanas y felices, viviendo en equilibrio con el planeta. Por ello día a día hago lo que hago.

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