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Por qué tienes que ir a ver Barbie (antes de que sea tarde)

Lejos de la aparente inocencia del cartel, Barbie es toda una lección sobre lo que implica ser mujer hoy, el salto de la infancia a la vida adulta y la importancia de conocerse a una misma. Si todavía no has ido al cine, te damos cinco razones para que lo hagas.


Una sala teñida de rosa y repleta de carcajadas, especialmente de mujeres. Así podría resumirse la experiencia que supone ir a ver Barbie, la película protagonizada por Margot Robbie y Ryan Gosling que ya se sitúa en el top-10 de las cintas más vistas en 2023 y, si continúa la tendencia, de la historia.

Aunque el cartel parece decirnos que estamos a punto de ver una ñoña trama dedicada a la muñeca más famosa del planeta, está una historia: la nuestra. Apenas pasados los cinco primeros minutos del filme, la pantalla del cine se convierte en una ventana que nos enseña todo aquello que hemos sentido como mujeres pero que nunca hemos sabido –o nos hemos atrevido a– expresar.

Desde su estreno en julio, la película dirigida por Greta Gerwig ha despertado tantos elogios como suspicacias porque, sin duda, es un manifiesto que aprovecha la inocencia de una muñeca para contar la historia de Barbie Estereotípica y denunciar los todavía existentes problemas de discriminación hacia las mujeres de una forma que pocas películas lo han hecho: contando cómo se vive desde dentro.

En realidad, Barbie son unas manos reconfortantes que te abrazan mientras una voz te dice «sé lo que has vivido, yo también lo he hecho». Un «no estás sola» y «eres suficiente». Un viaje de (auto)conocimiento para hacernos soltar alguna lágrima y en la que encontrar algo de confort. Si todavía no has ido a verla, aquí te damos cinco razones (sin demasiados spoilers) para que te animes a hacerlo.

La historia de los hombres y las mujeres (y viceversa)

Para empezar, lo más reseñable de Barbie es que su guion aborda los problemas del machismo desde la sátira. ¿Cómo? Subrayando el tradicional papel de Ken; siempre vendido como un complemento más de la muñeca, alguien que solo existe si ella le mira. Mientras Barbie es doctora, abogada, astronauta y hasta presidenta, Ken se dedica, simplemente, a estar.

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Esta es la parte que ha suscitado más críticas, ya que hay quienes se han quejado de que la película ridiculiza a los hombres. Pero, en realidad, se trata de un recurso cinematográfico: representa la posición sumisa que las mujeres han acostumbrado a tener social y culturalmente en Ken, un hombre al que no le ha tocado sufrir nada de eso. Y verlo así, representado en alguien que nunca ha sido leído así, genera cierta sensación de ridiculez y vergüenza. Sin hablarnos, la propia película nos pregunta: ¿por qué si nos resulta tan fácil ver el trato de segunda que recibe Ken nos cuesta tanto verlo cuando se trata de una mujer?

La presión social de ser mujer

Barbie también es víctima de sí misma. Eso se ve muy reflejado cuando, en un instituto, cuatro niñas le espetan que es la responsable de haber abanderado unos estándares de belleza imposibles que todavía suponen una importante presión a las niñas. Y es cierto: cuando Barbie nació en 1959 lo hizo como una chica rubia, siempre feliz y sonriente, sin ningún atisbo de emociones negativas, con cuerpo 90-60-90, dentadura perfecta, pelo abundante y brillante y pies en punta para llevar siempre tacones e ir a la última.

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Tras la inclusión de nuevos modelos de Barbie en las últimas décadas, la protagonista de nuestra película creía que Barbie había solucionado todos los problemas de las mujeres en el mundo real, por lo que para ella es todo un shock que le digan que representa «todo lo malo de ser mujer». Así, la directora carga contra ese ideal de belleza y las derivas que esto ha tomado en la cultura popular durante décadas y aborda, a través del humor, las exigencias sociales de lo que se entiende por ser mujer junto a la inevitable competición por la aceptación que esto genera.

El paso de la infancia a la madurez nos cambia para siempre

En Barbieland todo es de color rosa, literal y figuradamente. Las muñecas se despiertan llenas de energía sabiendo que cada día será el mejor día de su vida y, al fin y al cabo, ¿quién no se ha sentido así de pequeño?. Todo es bonito y brillante, todo es diversión y felicidad. Hasta que un día Barbie se despierta de mala gana, con un aliento maloliente, pies planos y celulitis.

Poco después descubre que alguien en el mundo real está jugando con ella e imaginando modelos insólitos, como la Barbie con pensamientos irreprimibles sobre la muerte o la Barbie con celulitis, un planteamiento que representa el momento exacto en el que las niñas pequeñas pasan a la pubertad y confrontan sus inseguridades por primera vez. «Yo solo quiero que todo siga igual que siempre», dice la muñeca en un momento de la película. Un pensamiento que cualquiera ha tenido cuando la vida ya no es Barbieland, sino el mundo real, y las cosas se ponen serias.

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Pero en Barbie esto toma una lectura todavía más profunda cuando la muñeca aterriza en Los Ángeles y empieza a experimentar nuevos y desagradables sentimientos: se siente observada e insegura, criticada y vista como un objeto, mientras Ken confiesa «sentirse admirado». Una escena con la que la directora relata ese salto irreversible de la inocencia al ser consciente de una misma (y todo lo que implica ser mujer en el mundo real).

Sentir es bello, da igual la emoción

A estas alturas puede parecer que la película de Greta Gerwig tiene un mensaje desesperanzador. Pero, en realidad, toma todo lo negativo y le da la vuelta para convertirlo en una lección porque, a lo largo de la trama, descubriremos de la mano de varios personajes que no siempre podemos ser felices. Sentiremos enfado, frustración y tristeza; nos sentiremos impostoras y nos preguntaremos por qué no somos más inteligentes, más guapas, más graciosas, más alegres o más lo que sea.

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Y eso está bien. Porque a diferencia de Barbie, como seres humanos tenemos más de 60.000 pensamientos al día, de los que el 90% toman un tinte negativo y crítico con nosotros mismos (y, especialmente, con nosotras mismas). Es imposible estar bien siempre y, si lo intentamos, solo acabaremos más frustrados. Por eso, otro de los motivos para ir a ver Barbie es tener la certeza de que nos ayudará a entender que sentir es parte de la belleza de estar. Algo que debemos abrazar para vivir más en calma.

No somos lo que nos dicen (somos más que eso)

Igual que a lo largo de este artículo, en la película Ken es el protagonista secundario de la historia. No es casualidad: Ryan Gosling representa a un muñeco hecho para cumplir con los estándares que se le imponen –bronceado, musculado, hecho para enamorar–, mientras que de Barbie se espera que sea siempre triunfadora, siempre perfecta. Y como lección final, la película nos invita a reflexionar sobre quiénes somos de verdad, lo que nos gusta y nos disgusta, lo que creemos que nos define y nos representa. Esa es otra de las grandes razones para ver la película, sobre todo para ellos: una reflexión profunda y política sobre la masculinidad, la nueva y la tradicional, en el mundo real. Aunque hablar de ello daría para otro artículo.

De cierta manera, la historia que viven este Ken y esta Barbie invita a confrontar los roles de género, aunque lo enfoca de una manera superficial porque lo que hace, en realidad, es invitar al autoconocimiento haciéndonos entender que no somos nuestro trabajo, nuestra pareja, nuestra ropa o nuestra casa. Todo lo contrario: con nuestras habilidades y nuestros defectos, somos únicos en nuestra forma de existir. Y eso es, siempre, un motivo de celebración.

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