Aunque son de un tamaño minúsculo, los insectos tienen una importancia mayúscula para la vida en la Tierra. Hay más de un millón de especies y, en su conjunto, juegan un papel clave e imprescindible para los ecosistemas terrestres. Una muestra de que todo, aunque nos parezca pequeño o insignificante, tiene un papel en el equilibrio global.
Solo en nuestro país, hay más de 1.100 especies que facilitan la polinización y la reproducción de casi el 80% de las plantas silvestres y cultivos. También facilitan la descomposición de los alimentos, controlan las plagas y forman parte de la cadena alimentaria del resto de especies. Dicho de otro modo, si los bichos desaparecieran del planeta, nuestra especie se iría con ellos. Y el problema es que ya lo están haciendo. Según el informe Análisis de la situación y propuestas para la conservación de los insectos publicado por Ecologistas en Acción, estamos en un momento preocupante: en los próximos 100 años habrá un 40% menos de insectos.
Las causas son variadas, y tienen que ver con los cambios en el uso del suelo –al emplearse en cultivos, desaparece la masa forestal y con ella se reduce la presencia de especies como mariposas, escarabajos o libélulas, por ejemplo–, los insecticidas, la presencia de especies exóticas invasoras o, por supuesto, el cambio climático.
Además de los problemas que puede tener su paulatina desaparición para todos y cada uno de los elementos de los ecosistemas, también tiene un impacto económico. «Por cada euro de un cultivo de manzana, 92 céntimos proceden del servicio de polinización de insectos. O entre 80 y 99 céntimos en el caso de los arándanos», estima Theo Oberhuber, portavoz de la organización.
Recuperar plantas autóctonas, mejorar las prácticas agrarias para que aumente el número de insectos polinizadores o sensibilizar a la población rural y urbana son algunas de las medidas a tomar para revertir la situación. Te cuenta cómo –y por qué– Carlos Madrid en este artículo que puedes seguir leyendo en Yorokobu.
