jardines verticales
Autor: Coima

Jardines verticales, oasis de biodiversidad en un mar de cemento

Desde los legendarios jardines colgantes de Babilonia hasta los modernos bosques verticales de Milán y Singapur, la historia de los jardines verticales es un testimonio del ingenio humano y su capacidad para crear belleza en los lugares más inesperados. Son monumentos a la creatividad y la innovación, símbolos de una nueva era en la que la naturaleza y la ciudad pueden convivir en armonía.


En el escenario histórico de la antigua Mesopotamia, entre los cauces serpenteantes de los ríos Éufrates y Tigris, se encuentra el enigma de una de las maravillas del mundo antiguo: los misteriosos Jardines Colgantes de Babilonia. Este legado, envuelto en el velo del tiempo, evoca una era de esplendor y asombro, donde el ingenio humano intentaba ya por entonces incorporar la naturaleza a aquellos primeros entornos urbanos. Un ejemplo de los resultados de la técnica cuando se desarrolla, no con violencia o despreocupación, sino en armonía con lo que le rodea. 

Para los ojos contemporáneos, ahí radica su belleza. La nostalgia de un mundo donde el cemento no sea el único protagonista. Curiosamente, según las crónicas antiguas, se atribuye al rey Nabucodonosor II la construcción de estos jardines como un tributo a su esposa, la reina Amytis, quien añoraba los exuberantes jardines de su tierra natal. La epopeya arquitectónica que se llevó a cabo desafiaba las leyes de la gravedad y la imaginación de la época, erigiendo terrazas escalonadas adornadas con una profusión de vegetación en medio del desierto, sostenidas por una intrincada red de arcos y columnas. Una función, no muy distinta a la que los jardines verticales tienen en la actualidad. 

Algunos estudiosos sugieren que los jardines podrían haber sido una creación mitológica, una metáfora de la grandeza de Babilonia, pero, más allá de cuestiones históricas, su legado perdura como un testimonio de la capacidad humana para crear belleza en medio de la adversidad. 

No se trata de un hecho singular. Sin ir más lejos, más tarde se encontrarán jardines verticales en la América precolombina y en la arquitectura de la antigua India, en forma de terrazas abruptas. Los romanos, esos genios de la ingeniería, también integraron el paisaje en sus edificios mediante grandes pórticos y galerías que daban paso a jardines colgantes, e incluso fueron pioneros en colocar árboles en la parte superior de edificios institucionales y en los mausoleos de sus emperadores.

Los jardines verticales actuales no son solo un legado directo de estas maravillas de la antigüedad, sino la cristalización de una forma de entender la arquitectura que se ha repetido a lo largo de la historia de la humanidad. Hoy por hoy, en plena emergencia climática, su cometido es otro. Se integran en las fachadas de edificios y estructuras urbanas, y representan una solución creativa y sostenible para abordar una serie de desafíos urbanos, desde la calidad del aire hasta el bienestar humano. No hay, aún así, excesivos ejemplos en el mundo.

Una belleza sostenible

A principios del siglo XX, la vegetación seguía desempeñando un papel relevante en la llamada «arquitectura orgánica», un movimiento que promovía la armonía entre el hábitat humano y el mundo natural iniciada por arquitectos escandinavos y especialmente por el estadounidense Frank Lloyd Wright

Desde Babilonia hasta la actualidad, pasados los siglos, los jardines verticales han experimentado un renacimiento gracias al trabajo visionario de arquitectos y paisajistas contemporáneos. Uno de los nombres más destacados en este campo es Patrick Blanc, botánico y paisajista francés. Blanc es el genio detrás de numerosos proyectos emblemáticos en todo el mundo, incluido el Jardín Vertical de CaixaForum Madrid. Esta impresionante estructura verde, que se extiende a lo largo de la fachada del edificio, cuenta con una amplia variedad de especies vegetales que forman un espectacular mosaico de colores y texturas, creando un oasis de biodiversidad en medio del bullicio urbano.

Otro arquitecto que ha dejado una marca indeleble en el mundo de los jardines verticales es Stefano Boeri. Boeri es el cerebro detrás del Bosco Verticale en Milán, un innovador complejo residencial que ha ganado reconocimiento internacional por su diseño visionario. Este proyecto revolucionario consta de dos torres cubiertas de árboles y plantas, que actúan como un filtro natural para el aire, absorbiendo el dióxido de carbono y produciendo oxígeno. Además de sus beneficios ambientales, el Bosco Verticale proporciona un hábitat para la vida silvestre y crea un entorno urbano más saludable y agradable para sus residentes.

Hay que saltar al continente asiático para conocer el tercer gran ejemplo de jardín vertical. En Singapur, el estudio de arquitectura paisajista Grant Associates ha dejado su huella en el paisaje urbano con el Supertree Grove en Gardens by the Bay. Estas majestuosas estructuras, que se elevan hasta 50 metros de altura, están cubiertas de plantas trepadoras y epífitas, creando un impresionante espectáculo visual y proporcionando un refugio natural para una variedad de especies de flora y fauna. Inspirados en la naturaleza, los Supertrees son un testimonio del ingenio humano y la creatividad en la integración de la naturaleza en entornos urbanos densamente poblados.

Un refugio verde en la ciudad

Los jardines verticales representan una poderosa fusión de arquitectura y naturaleza que pueden transformar los paisajes urbanos. Una herramienta que pueden convertir las sartenes de cemento que significan muchas urbes en nuestros días, a «refugios» donde los ciudadanos pueden seguir conviviendo sin miedo a posibles consecuencias para su salud. Estas innovadoras estructuras verdes  mejoran la calidad del aire y promueven la biodiversidad. La vegetación actúa como un filtro natural, absorbiendo dióxido de carbono y emitiendo oxígeno, lo que contribuye a mitigar los efectos nocivos de la contaminación atmosférica y a crear un ambiente más saludable para los residentes de la ciudad.

Además, pueden ayudar a reducir la temperatura en los edificios urbanos, especialmente durante los meses más cálidos del año. La vegetación proporciona sombra y evapotranspiración, lo que ayuda a refrescar el aire y a reducir la necesidad de aire acondicionado, lo que a su vez puede conducir a un ahorro de energía y a una mayor eficiencia energética en los edificios.

Incluso de cara a la salud mental de los ciudadanos, la existencia de estas estructuras mejora su calidad de vida. Distintos estudios han demostrado que la presencia de vegetación en entornos urbanos puede reducir el estrés, mejorar el estado de ánimo y aumentar la productividad y la creatividad de las personas. Estos espacios verdes adicionales en entornos urbanos densamente poblados ofrecen, además, oportunidades para la recreación, la relajación y el encuentro social.

Un desafío arquitectónico

Si fuera tan fácil, probablemente no habría una ciudad en el mundo sin jardines verticales. Uno de los principales inconvenientes es el coste inicial de instalación y mantenimiento de estos sistemas. La instalación de este tipo de proyectos puede ser costosa y requerir una inversión significativa en tecnología y materiales especializados. Además, el mantenimiento regular de los jardines verticales, incluyendo el riego, la poda y el control de plagas, tiene una financiación difícil de calcular, pero desde luego alta, y requiere, de hecho, una atención constante por parte de los propietarios o gestores de los edificios.

De la misma manera, su durabilidad y longevidad se ponen en cuestión. Aunque están diseñados para resistir las condiciones climáticas y ambientales adversas, pueden ser susceptibles al desgaste y la degradación con el tiempo. Aquí, la selección de plantas adecuadas, dependiendo del lugar donde se instale, es una u otra. Requiere de estudios previos, ya que se deben tener en cuenta factores como la disponibilidad de luz y el mencionado régimen de riego y la resistencia a las enfermedades y plagas.

Con todo, como un recordatorio de la fragilidad y la belleza de la naturaleza, los jardines verticales irrumpen en el paisaje urbano, ofreciendo un respiro para el alma cansada del ciudadano moderno. Su función estética, ahí sigue. Perenne. Pero también son un recordatorio de nuestra responsabilidad hacia el planeta que llamamos hogar, una invitación a reconectar con la naturaleza en medio del paisaje urbano y a cuidar y proteger los ecosistemas que nos sustentan.

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