El colectivo de ‘skate’ madrileño, fundado por diez amigas, busca crear espacios seguros para las mujeres y la comunidad LGBTIQ+ en una cultura urbana caracterizada, como otras, por estar masculinizada. A través de sus sesiones y eventos, animan a otras personas a patinar dejando a un lado los prejuicios.
La vergüenza, la timidez y la inseguridad son emociones muy fuertes. Primero viene el bloqueo, el temblor de rodillas. Esa primera vez te hace sentir que estás en el punto de mira, fuera de sitio, que el espacio no te pertenece. Eso coloca a alguien en un lugar muy vulnerable. Cargar con la soledad de ser la única es, en el patín y en todas las disciplinas, un sentimiento importante.
El skate, ese deporte que nació en los años 50 en California, ocupa cada vez más espacios. De hecho, volverá a estar presente en los Juegos Olímpicos de París 2024 tras su éxito pionero en Tokio 2020. Sin embargo, como otras culturas urbanas, esta también ha estado tradicionalmente asociada a hombres -hasta hace varios años, era casi imposible ver a una mujer sobre el monopatín- donde ellas han tenido que ir abriéndose paso poco a poco, superando esa barrera (impuesta) de la vergüenza.
Lo han conseguido, en gran parte, gracias a comunidades como Shojo Collective, un colectivo madrileño de mujeres que busca hacer del skate un lugar más inclusivo y construir espacios más seguros para disfrutarlo. En esa situación de soledad callada, de verse atípica, es donde se tejen redes que sobrepasan el prejuicio: la historia de Shojo es la de un grupo de amigas en sus veinte años que se encontraron por casualidad en skateparks de la capital compartiendo un mismo relato.
Violeta, Maca, Avril, Marti, Loter, Mina, Pat, Helena, Cece y Agua, las «chavalas» –así se definen ellas– utilizaron su historia común a todas las mujeres para agrandar, apoyar y dar visibilidad a otras en la escena madrileña. «Nos llamó mucho la atención que, al hablar con otras chicas, siempre mencionaran la vulnerabilidad que les produce empezar a patinar: no te sientes válida, te haces pequeña. Todos saben hacer algo que tú no», explica Loter. «Ha hecho mucho daño el juicio a las mujeres en el patín, esa mirada masculina sobre nosotras».
Dejar de ser lo excepcional
La clave para romper con el molde y generar un espacio donde las mujeres puedan disfrutar del patinaje lejos del juicio –propio y externo– es convertir ese primer contacto con el cemento en un momento divertido e inclusivo. Por eso, Shojo Collective se construye a través de la comunidad con un amplio abanico de quedadas y eventos: las chicas ofrecen clases gratuitas de iniciación a todo aquel que quiera apuntarse.. No hay límite de edad, ni ningún tipo de segregación por género o niveles.
«El primer contacto de muchas chicas con el patín son las jams –sesiones de skate–. De esta forma no empiezan solas y así pueden tener una experiencia más cercana, con ayuda y sin juicios», cuenta Avril, otra de las integrantes. Organizar este tipo de encuentros al que acuden todo tipo de personas –han llegado a participar hasta mujeres de más de 40 años con sus hijas– es facilitar lo que para ellas mismas fue un proceso complicado.
¿Qué es lo que diferencia a estas sesiones de otras? Que se recuerda a las asistentes que no hay una forma única de hacer las cosas, que cada una tiene sus ritmos y sus miedos. Que placer de patinar es rechazar la fórmula, que la expresión personal y la experiencia permiten inventar y desaprender al mismo tiempo. Patinar es, en resumidas cuentas, un pequeño refugio en el que salir del día a día y encontrar a otras con las que compartir algo. El skateboard solo se entiende si es exclusivamente colectivo.
Ni las primeras ni las últimas
En la industria del skate, un sector capitaneado por el entramado de marcas, personajes, circuitos y torneos, la inmensa mayoría de firmas no han tenido mujeres o personas del colectivo LGTBIQ+ en sus teams hasta hace unos años, aunque skaters como Elissa Steamer han sido pioneras y han visibilizado la profesionalización de minorías en videoparts –piezas audiovisuales de personas patinando– y torneos. Por eso, que Shojo sea una de las plataformas más reconocidas a nivel nacional de promoción y apoyo al skate es otra buena noticia.
Aunque no son las primeras, ni por supuesto las últimas. Otros grupos de mujeres como el berlinés Hera, Dolores en Barcelona y otros teams como el de Vans les han inspirado en estos años para crear su propia red de apoyo en Madrid. «Lo que más me ilusiona es que alguna chica me diga que conoció a sus amigas en una jam o en algo organizado por nosotras», confiesa Loter. Aunque, como dice, debería ser ampliable a provincias, «porque en Barcelona y Madrid ya hay movimiento».
Es este tejido de espacios, colectivos y comunidades el que conforma una realidad mejor para muchas personas. El que tiende la mano y ayuda. Para muchas mujeres que siempre han querido patinar, Shojo siempre será ese lugar donde encontrar una compañera y amiga. Y dejar de ser la única.