manuela carmena
© Jesús G. Reyes

«No hemos enseñado a los jóvenes a cambiar»

En noviembre de 2018, el equipo de gobierno de Manuela Carmena en el Ayuntamiento de la capital inauguró Madrid Central, un área de prioridad residencial y bajas emisiones radicada en el centro de Madrid por la que se restringía el tráfico a los vehículos más contaminantes. Esta medida redujo un 32% la contaminación y fue considerada de las más eficaces entre las llevadas a cabo en Europa. De ciudades del futuro habla Carmena en esta entrevista. Y de los valores de la democracia, de los prejuicios de izquierda y derecha, del debate violento y el griterío político, de los mayores, del feminismo, de tolerancia… y, como siempre, de forma directa y valiente. Como es ella.


La ciudad del futuro de Manuela Carmena es limpia y apenas tiene coches. Seguramente por eso se ha visto tanto en metro –e incluso en bici– a la exalcaldesa de Madrid. Ella sabe lo que es mejorar las condiciones de vida de una ciudad y fue testigo de la proliferación de diversos tipos de movilidad. «Patinetes, bicis y motos van dirigidas a los jóvenes. ¿Y qué pasa con los mayores? ¿O los discapacitados? ¿O con las personas que van cargadas o con niños? Porque ir con un carrito en el metro es un drama, y el coche acaba convirtiéndose en algo muy poco solidario porque, además de contaminar, aísla», comenta Carmena.

¿Alguna solución?


Creo que el futuro de la movilidad en las ciudades es el sistema de puerta a puerta, un transporte colectivo en el que las paradas no están prefijadas, sino que las establece un programa informático con los datos de cada usuario, de forma que es este el que va configurando el trayecto con sus paradas. Puede ser una manera definitiva de ayudar a esa parte de la población que precisa de algo diferente al bus o al metro y, por supuesto, al coche o taxi, demasiado individual y poco accesible para cualquier bolsillo.

Acabamos de empezar y ya has mencionado el tema de las edades. ¿Sigues pensando que los jóvenes de hoy son más conservadores que los de tu generación?

Son bastante conservadores, y creo que es porque no les hemos enseñado a cambiar. Me parece preocupante que no hayamos sido capaces de enseñarles esto y les hayamos convertido en seres estáticos. Saltarse la norma es muy saludable y nuestro sistema educativo no lo permite. ¿Cómo es posible que se siga enseñando la historia empezando por los íberos? El resultado no solo es que la gente no sabe nada, sino que los chavales salen conservadores.

¿Crees en el poder transformador de los jóvenes, o lo de Greta es una excepción?

Lo de Greta es una excepción. Aun así, y a pesar de ser conservadores, sí están sensibilizados con determinados temas, como la necesidad de cuidar el planeta. Están viendo el peligro, y lo vi muy claro en mi etapa de alcaldesa de Madrid. Las grandes preocupaciones de la gente tenían un apellido común: sostenibilidad. Una de las consecuencias de ello fue Madrid Central.

El edadismo es una realidad. ¿Tiene sentido olvidarnos de los mayores?

Lo que menos me gustaba de mi trabajo en el Ayuntamiento era que se nos trataba como personas con minusvalías relativas. Hay un paternalismo brutal. «A los mayores hay que cuidarlos», «hay que protegerlos»… Pues no. Tenemos más experiencia, muchos conocimientos y talento. Somos un colectivo que tenemos la posibilidad de dar un rendimiento colosal a la sociedad, y me sorprende que nadie parezca verlo. Que nos dejen en paz.

«Cuidas tus plantas, tus vestidos, tus amigos… ¿Por qué no cuidas las instituciones?»

¿Tú qué harías al respecto
si pudieras?


Tenía un proyecto que no me dio tiempo a cumplir en el Ayuntamiento de Madrid: una oficina de orientación para personas mayores. Hay mucha gente mayor que quiere seguir activa y no sabe cómo. No pasa nada por volver a cotizar a la Seguridad Social. Bienvenido sea. Lo que también es cierto es que no vamos a perder una pensión que nos hemos ganado. Eso es sagrado y es tu mochila pero, si alguien quiere volver a cotizar, ¿qué hay de malo en eso?

Alguien puede pensar que
quitan trabajo a los jóvenes…


Pero no es verdad. Se trata de un trabajo muy distinto que podría ser muy inspirador, y ni siquiera hablamos de algo de todos los días. Creo que en esta ocasión la cerrazón no es tanto de los jóvenes como de otros que son más conservadores, como los sindicatos y los propios gobiernos.

De hecho, a ti te intentaron
quitar de la cabeza que abrieras Zapatelas ya jubilada.


«Usted está jubilada y no puede hacer nada». Esa fue la respuesta que me dieron cuando inicié los trámites para abrir la tienda.

© Jesús G. Reyes

La tienda es un bonito ejemplo
de sostenibilidad social.
¿Cómo nace Zapatelas?


Desde que leí El banquero de los pobres, de Muhammad Yunus, pensé que las empresas sociales tendrían un papel importantísimo. Se trata de empresas reales pero sin ánimo de lucro y que trabajan por la satisfacción de resolver problemas, y hay mucha gente muy dispuesta a emplear su dinero en algo así. Empecé a pensar en ello cuando todavía trabajaba en la judicatura, y me sorprendía que en España hubiera empresas de reinserción y cooperativas laborales, pero no empresas privadas en las que inversores ponen capital exclusivamente para que tenga un beneficio social. La idea me gustó y así nació Zapatelas.

¿Qué es y en qué consiste
esta labor social?


Zapatelas es una tienda de ropa y juguetes para niños, cuyos productos los crean presas en la cárcel o gente desocupada a la que hemos enseñado a coser para que este trabajo se convierta en una alternativa profesional. Ahora también estamos intentando contratar a mujeres mayores con pensiones bajas, de forma que nosotros aprovechemos su talento y ellas puedan sacar un sobresueldo que complemente su pensión. También damos cursos de costura.

Muchos olvidan que llevar un
estilo de vida consciente es
más que cuidar el planeta.

Absolutamente. No se puede aceptar que haya personas con necesidades extremas y sufrimiento gratuito en sociedades como la nuestra, que presumen de ser tan avanzadas. Por ejemplo, es incomprensible que en La Cañada sigan sin luz. No es normal que tres administraciones públicas sean incapaces de arreglar esto. Hay unas necesidades inmediatas que la sociedad debe satisfacer porque, de lo contrario, se generan unos desequilibrios brutales, y eso no es precisamente un estilo de vida consciente.

¿Qué has querido contar
en La joven política?


Soy una persona absolutamente convencida de que la democracia es el mejor sistema político para toda las agrupaciones humanas, porque es un presupuesto para la igualdad. Partiendo de eso, creo que esa institución que se ha implantado en el mundo con tantísimo esfuerzo, que ha costado tanta sangre, que ha sido tan vilipendiada, hay que cuidarla. Cuidas tus plantas, tus vestidos, tus amigos… ¿Por qué no cuidas las instituciones? Y con cuidar me refiero a ser conscientes de que la vida cambia y las necesidades también. Si tu planta está chuchurría, la riegas o la abonas. La democracia está chuchurría porque no la hemos cuidado y no la hemos adaptado a la realidad.

«Nuestras grandes preocupaciones tienen un apellido común: sostenibilidad»

¿En qué hemos fallado?


Una de las principales causas es que hemos permitido que la actitud de los representantes políticos forme parte del proceso democrático como si fuera una guerra. Nos hemos inventado que unos somos enemigos de los otros. Vivimos un momento en el que las grandes diferencias de los partidos políticos han desaparecido y la única identificación que tienen es odiar al otro, denigrarlo. Eso es lo más estéril que puede haber en un proceso democrático, que en principio parte de que te tiene que atraer el diferente porque forma parte de tu conjunto y tiene tantos derechos como tú. Hemos hecho justo lo contrario: una guerra inútil y absurda que acaba con el espíritu de la democracia.

¿En qué momento han olvidado los representantes que el fin último de su actividad es mejorar la vida de las personas?

Se han creído que lo más importante es conseguir el poder. Si lo tienes, mantenerlo; si no, conseguirlo. Los programas electorales han desaparecido como tales, y los que hay son declaraciones o discursos que no tienen nada que ver con la realidad social porque ni la conocemos ni la evaluamos. No se hace una rendición de cuentas de los gobiernos anteriores y se plantean temas, como la situación laboral de los jóvenes, como si nunca se hubieran planteado aunque llevemos 20 años haciéndolo. A mí me gustaría que el CIS, en vez de hacer tantos análisis sobre las elecciones, analizara aspectos fundamentales del país, como el número de viviendas vacías o el precio de los alquileres en cada zona.

Estamos llenos de prejuicios excluyentes…


Uno de los más claros se da en política: o eres de derechas o eres de izquierdas. En el libro planteo un cosa que ha sorprendido un poco, pero que creo que está bien, y es la posibilidad de votar por puntos; no a los partidos, sino sus propuestas. Así, una persona podría votar propuestas de todos los partidos y podríamos saber lo que exigimos a cada uno. La verdad es que nunca he entendido por qué si tú eres de un partido tienes que estar de acuerdo en todo lo que dice.

«No se puede aceptar el sufrimiento gratuito en sociedades como la nuestra, que presumen de ser tan avanzadas»

¿Cómo movilizamos a la gente para construir un futuro mejor?

Hay que buscar nuevas organizaciones políticas. Me gusta plantear tres alternativas. La primera, que los partidos políticos cambien y comiencen a trabajar por proyectos, que tienen que ser transversales. Es decir, si un partido quiere cambiar la Constitución, por ejemplo, debería involucrar en el cambio a personas de todo tipo, empezando por las de otras siglas, la Iglesia, los migrantes, etc.

La segunda es que resulta imprescindible que haya nuevas organizaciones electorales, además de los partidos, que tienen que tener la misma validez para competir en elecciones, algo que hoy no es posible. La España vaciada debería poder concurrir a unas elecciones sin necesidad de convertirse en un partido político. La tercera alternativa sería ensalzar la representación constante de los ciudadanos, elegidos por sorteo, para evaluar o promover propuestas de mejora. Sería otra alternativa de representación directa, del estilo de los juicios por jurado.

¿Qué papel juega el liderazgo de
las mujeres en la construcción
de una nueva sociedad?


El feminismo es aleccionador por una cosa: ha sido un movimiento que ha conseguido un cambio extraordinario en la situación de la mujer, y lo ha hecho sin violencia ni partidos. Es un movimiento totalmente transversal y nadie puede decir que no haya sido un éxito y provocado un cambio extraordinario.

Igual para construir un futuro mejor deberíamos desaprender muchas cosas en vez de aprender tantas…

Hay un patrón buenísimo que es Mandela. Él dijo que la violencia no es congénita al ser humano y hay que desaprenderla. Si la violencia, que es lo peor, se puede desaprender, ¿cómo no va a ser posible hacerlo con todo lo demás?

© Jesús G. Reyes

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